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T e x t o s & T e x t u r a s

El asaltante, el mercenario y el boyero

(4º. Domingo de Pascua — Juan 10.1-18)

Luiz Carlos Ramos
(Montevidéu, 3 de maio de 2009)

Juan 10.1-18: “1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.  2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.  3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca [exago].  4 Y cuando ha sacado fuera [ekballo] todas las propias, va [poreuomai] delante [enprosthen] de ellas; y las ovejas le siguen [akoloutheo], porque conocen [eido] su voz.  5 Mas al extraño no seguirán [akoloutheo], sino huirán [pheugo] de él, porque no conocen [eido] la voz de los extraños.  6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.  7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.  8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.  9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.  10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida [zoe], y para que la tengan en abundancia.  11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida [psyche] da por las ovejas.  12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.  13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.  14 Yo soy el buen pastor; y conozco [ginosko] mis ovejas, y las mías me conocen [ginosko],  15 así como el Padre me conoce [ginosko], y yo conozco [ginosko] al Padre; y pongo mi vida [psyche] por las ovejas.  16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer [ago], y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.  17 Por eso me ama [agapao] el Padre, porque yo pongo mi vida [psyche], para volverla a tomar.  18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. (Reina-Valera 1960)

Al inicio del capítulo 10 (vs. 1-10), la palabra de Jesús gira en torno de la Puerta de las Ovejas (en probable alusión a la puerta situada al Norte del Patio de los Gentíos, que rodeaba el Templo de Herodes). A partir de la referencia a esa puerta, Jesús procura transmitir una verdad teológica o, si lo prefieren, una verdad espiritual. Según el autor del 4º. Evangelio, se trata de una parábola mal comprendida (ver v. 6). Por esa razón, Jesús habría insistido, diciendo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (v. 7).

Aprendí, con estudiosos de las lenguas semíticas, que “puerta”, en la cultura oriental, no sirve, principalmente, para “cerrar”, como es en nuestra concepción; sino que, sirve, primeramente, para “abrir”. La puerta es un “pasaje para fuera”, como indica el término petah, traducido por “puerta”, “apertura”, de cuya raíz común derivan las palabras hebreas/aramaicas patah = “abrir”, “romper”, “librar”, “soltar” (cuando Jesús toca los oídos del sordo y dice ephatah, usa este mismo verbo – vea en Mc 7.34); ma.pteah = “llave”, “instrumento que abre”; y pessah = “pasaje” y “pascua” (!) (para saber más sobre esto, ver SOUZA, Rômulo Cândido de. Palavra Parábola: Uma aventura no mundo da linguagem. Aparecida: Editora Santuário, 1990. p. 250-256).

Jesús es, por lo tanto, la puerta, el pasaje para la liberación. Jesús es la Pascua. Jesús es el libertador. Aquel que nos abre el camino para los pastos, que nos saca de la muerte y nos conduce a la vida — pero no a una vida cualquiera, sino a la vida abundante.

De este punto en adelante, habiendo “pasado” por la puerta, la Palabra de Jesús se detiene en el ministerio del Buen Pastor. Podemos, aquí, levantar la siguiente cuestión: ¿Por qué Jesús no es cualquier  pastor? ¿Qué es lo que hace de él un Buen Pastor? Los versículos siguientes (11-18) nos ofrecen las llaves que abren la puerta del verdadero ministerio pastoral.

El término aquí traducido como “buen” es kalos, y no el esperado agathos, que describe la cualidad moral de algo o de alguien. Kalos, en cambio, significa “bello” y, por derivación, “perfecto”, “justo”, “verdadero”. En el entendimiento de una corriente de filósofos griegos clásicos, algo que no sea bello, no podría ser bueno, y viceversa; tampoco, nada que no sea verdadero y justo podría ser bueno. Por lo tanto, todo lo que es bueno es verdadero, bello y  justo. Más que cualidades morales, el buen pastor tiene cualidades éticas.

El Pastor y el Asaltante

Para caracterizar el ministerio del Buen Pastor, a la luz de estos dichos de Jesús, es conveniente que hagamos, primero, la distinción entre el Pastor y el Asaltante.

Jesús, como lo hicieron antes de él los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel, Zacarías, entre otros (ver Is 40.11; Jr 23.1-4; Ez 34.2; Zc 11.6), denuncia a los falsos pastores, afirmando que ellos son ladrones, bandidos y asaltantes. Muy probablemente, Jesús se refería, aquí, a los que se auto titulaban “mesías”, con el objetivo de extorsionar y sangrar al pueblo, beneficiándose de su credulidad (según Flavio Josefo, en esa época, hubo más de 10 mil “desórdenes en Judea”, tumultos provocados por líderes mesiánicos). Esos falsos mesías, según Jesús, son aquellos que “vienen solamente para hurtar, matar y destruir”, vienen a quitar la vida de las ovejas (ver v. 10).

En contrapartida, el Pastor es aquel que da la vida por las ovejas. El tema de la vida, y de la revelación de la vida, es tan enfático que es retomado cinco veces en estos pocos versículos (vea v. 10,11,15,17-18).

Hay por lo menos tres palabras griegas que pueden ser traducidas por “vida”: bios (de donde tenemos la palabra española “biología”), psyche (de donde tenemos “sicología”) y zoe (de donde deriva “zoología”).

Cuando, en el verso 10, Jesús afirma haber venido para que tengamos “vida” y la tengamos “en abundancia”, emplea, no el término en su sentido biológico (bios), sino zoe, que es reservado, en el Nuevo Testamento, para referirse a la vida en su sentido más pleno. Es el término usado cuando se quiere aludir a la “vida eterna”. Se trata de la “vida” en su sentido cualitativo, y no tanto en el sentido cuantitativo. Por lo tanto, vida abundante significa, vida plena.

Pero la gran novedad, aquí, está en el hecho de que en los demás versos, que tratan del ministerio del pastor como donador de la vida, el término empleado es psyche: ¡“El buen pastor da la psyche por sus ovejas”! (vs. 11,15,17-18).

Eso nos permite afirmar que aquellos que pastorean manipulando sicológicamente a las ovejas, son bandidos y criminales y no pastores verdaderos; porque, diferentemente, el buen pastor coloca su psyche al servicio del rebaño, no lo contrario.

[A propósito: Un día como hoy, en 1945 (9 de abril), tres semanas antes de la rendición de la Alemania nazista, en los estertores de la II Guerra Mundial, moría el Rev. Dietrich Bonhoeffer, pastor y mártir de la Iglesia Confesante de Alemania, ejecutado fríamente, a los 39 años de edad, en el campo de concentración de Flossenburg, por haberse opuesto al régimen totalitario de Adolf Hitler. Como un buen pastor, ¡Bonhoeffer dio la vida por sus ovejas!]

El Pastor y el Asalariado [mercenario]

Otra diferencia notable, destacada por el texto, es la que existe entre el Pastor y el Asalariado/mercenario.

El asalariado/ mercenario es aquel que trabaja exclusivamente a cambio del sueldo y del lucro. Poco, o nada, influyen las circunstancias éticas o morales de la actividad que realiza. Por eso, él puede estar cada día a servicio de un patrón diferente, o incluso a servicio de enemigos o rivales, porque no le interesan las causas, sino los resultados; no objetivan el bien, sino los bienes de las ovejas, como diría el Padre Antonio Vieira.

[Por eso que hoy es difícil alentar con convicción a un equipo de fútbol, en especial: porque los jugadores no juegan por sus clubes, sino por sus respectivos salarios; si el equipo adversario paga más…]

El asalariado/mercenario, según Jesús, por no ser pastor de verdad (kalos), “cuando ve venir al lobo, huye” (cf. v. 12). Como su único compromiso es consigo mismo, con su proprio éxito, con su propio bienestar, trata luego de salvar su piel primero.

No es sorpresa, por lo tanto, que tal profesional esté más atento a los números que a los nombres de las ovejas. El resultado de ese ministerio es que, invariablemente, tarde o temprano, parte de las ovejas son robadas y otras, dispersadas (cf. v. 12).

El Pastor, al contrario, “conoce” las ovejas. Conocer es más que contabilizar. El pastor sabe no sólo cuantas ovejas tiene en el rebaño, sino que sabe también cómo es cada una de ellas, cuáles son sus necesidades, quiénes tienen heridas que necesitan ser tratadas, quiénes necesitan cuidado especial… en una palabra, como sugiere el verbo griego, el pastor conoce las ovejas por experiencia (ginosko es empleado 4 veces en los vs. 14 e 15).

La experiencia, dicho sea de paso, no se obtiene a distancia, vía combinación de correspondencia, por videoconferencia, desde lo alto del palco, atrincherados atrás del púlpito. Experiencia viene por la convivencia, por el diálogo, por el repartir, por la convivencia intensa y afectiva por medio de la cual nos podemos gozar con los que se gozan y llorar con los que lloran (ver Rm 12.15).

El buen pastor llama a las ovejas por su nombre (ver los vs. 3 e 14). Conocer el nombre de las ovejas nos remite, nuevamente, a la cultura semita. Para aquellos pueblos, el nombre no era mera designación o rótulo. ¡El nombre es la propia persona! En la concepción semita, ¡yo soy mi nombre y mi nombre soy yo! Por ese motivo era frecuente que, cuando ocurría algún cambio profundo en la personalidad de alguien, esa persona adoptaba otro nombre: Abram—Abraham, Sarai—Sara, Jacob—Israel, Simón—Pedro, Saulo—Pablo, sólo para mencionar algunos de los más conocidos casos bíblicos de conversión.

[Cuando visito iglesias, con frecuencia, los pastores locales me llevan en un tour por las instalaciones de la iglesia: “— Aquí, dicen orgullosos, es el templo: tiene más de 40 años y capacidad para casi mil personas; allí, las aulas de enseñanza religiosa: acabamos de reformarlas y equiparlas; allá el gabinete pastoral: ¡climatizado!; acullá es la cancha y el estacionamiento para más de 200 carros…”. Raramente dicen: “— Este es el hermano Fernando, el celoso portero de la iglesia desde hace más de 40 años; aquella es la querida hermana Juana, que coordina voluntaria y eficientemente la acción social de la iglesia; y aquel es el ‘graaande’ Pedrito, uno de nuestros más brillantes alumnos de la Escuela Dominical, crack de fútbol y crack de Biblia; y aquella es la hermana María, su madre: que prepara un puchero como nadie…”]

Iglesia no es edificio, porque de todo eso no habrá de permanecer piedra sobre piedra (ver Mt 24.2 y par.). Una verdadera Iglesia es una comunidad de personas que tienen nombre y apellido. Iglesia, por lo tanto, no posee cadastro, tiene rol de miembros.

El Pastor y el Boyero

Existe aún, una última distinción que se debe hacer, esta vez entre el Pastor y el Boyero.

Las palabras de Jesús dejan muy claro que es papel del buen pastor conducir a las ovejas (ver los vs. 4 e 16, a la luz del v. 9). Los verbos griegos empleados en ese contexto son: Exago (v. 3) = “conducir para fuera”, “traer para fuera”; ekballo (v. 4) = “sacar”, “hacer salir”, y poreuomai enprosthen = “ir delante”, “viajar”, “partir”; akoloutheo (v. 5) = “seguir”, “acompañar”, “estar en el mismo camino”; ago (v. 16) = “conducir”, “ir adelante”, “caminar adelante”, “caminar delante”.

El trabajo de un pastor de ovejas, por lo tanto, es muy diferente al trabajo de un boyero: mientras el pastor conduce caminando delante del rebaño, el boyero va atrás, tañendo el ganado. Las herramientas del pastor son la voz serena, para orientar, y el cayado, para proteger; mientras que las herramientas del boyero son la corneta de cuerno, para amedrentar y el chicote para punir.

Caminar delante significa ser el primero a enfrentar los peligros, significa tener que abrir camino y apartar espinos, significa ser ejemplo, dar los primeros pasos y abrir paso rumbo a la liberación.

Si ser pastor es salir y guiar el rebaño hacia la liberación, ¡sólo puede ser pastor quien se hace al camino! Quien no va a ningún lugar, o permanece confinado dentro de cuatro paredes eclesiásticas no puede conducir a nadie. Quien se limita a señalar el camino con dedo amenazador y voz chillona, no es pastor de verdad. Porque no es como Jesús. ¡Jesús no es así!

Concluyendo…

Jesús es la Pascua, el pasaje, a la liberación. Él es el Pastor que nos conduce por el valle de sombra de muerte (ver Sl 23.4), nos libra de los peligros, pronuncia mansamente nuestros nombres, uno a uno.

El buen pastor es aquel que va adelante y delante, sin importar que, tantas veces, tenga que caminar a contramano por las anchas avenidas atascadas de salteadores y asalariados/mercenarios; o aunque tenga que internarse por las estrechas sendas de justicia, en su búsqueda incansable de las aguas de reposo y de los pastos delicados del Reino de Deus.

Que, por la gracia de Dios, Jesús sea el parámetro de nuestro pastorado, e nos conceda buenos pastores e buenas pastoras.

 

 

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El asaltante, el asalariado y el boyero by Luiz Carlos Ramos is licensed under a Creative Commons Atribuição-Uso Não-Comercial-Vedada a Criação de Obras Derivadas 2.5 Brasil License.
Verrsão para o Espanhol: Glenn Ynguil

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